El Zócalo como tribunal ciudadano: Brugada, justicia y pueblo en una sola audiencia

La tarde en la Plaza de la Constitución era un microcosmos de la Ciudad de México. Con las sombras del crepúsculo cubriendo la explanada, Clara Brugada aparecía como un personaje casi mesiánico. Rodeada de su gabinete y flanqueada por dos de las figuras más importantes del aparato judicial de la capital, convertía el Zócalo en un foro público, donde las voces del pueblo resonaban con fuerza.

Fue un acto que no solo buscó atender a los ciudadanos, sino también enviar un mensaje político claro: aquí estamos, escuchamos y resolvemos. En su segunda audiencia del año, Brugada presentó a Bertha Alcalde Luján, recién estrenada en su puesto como fiscal, y al magistrado presidente Rafael Guerra Álvarez, como símbolos de que la justicia puede ser accesible para todos. ¿Un nuevo rostro para la justicia en la Ciudad de México o un acto cuidadosamente diseñado para el aplauso?

Entre el bullicio, Salvador García, un ciudadano de Venustiano Carranza, describió su experiencia. «Fue adecuada», dijo, como si el tono comedido ocultara una emoción más profunda. «Me canalizaron al titular correspondiente», añadió, reflejando la maquinaria bien engrasada que pretende ser este modelo de atención. Sin embargo, la verdadera pregunta es si este canal burocrático culminará en soluciones reales.

El señor García no estaba solo en su optimismo moderado. José Antonio Solís Martínez, otro ciudadano presente, elogió la dinámica como «muy innovadora» y «proactiva». Palabras grandes para un ejercicio que, aunque loable, aún enfrenta el escepticismo natural de una ciudadanía acostumbrada a la inercia gubernamental. «Ojalá esto llegue a buena conclusión», añadió, un eco del deseo colectivo por un gobierno que cumpla sus promesas.

El espectáculo no terminó en las palabras de los ciudadanos. Brugada, en un gesto de autoridad y cercanía, solicitó que todos los funcionarios del gabinete legal y ampliado se unieran en el presidium. Cada martes a las 18:00 horas, este grupo se convierte en un equipo de «salvavidas públicos», escuchando y atendiendo a las multitudes que acuden con la esperanza de ser escuchadas. ¿Simpatía auténtica o una sofisticada estrategia para reforzar la narrativa de un gobierno cercano?

La audiencia no solo fue un ejercicio de comunicación directa; fue también un despliegue de poder simbólico. Con 1,300 solicitudes procesadas y 20 casos atendidos personalmente por Brugada, la mandataria parece decidida a posicionarse como la líder que devuelve el poder al pueblo. Sin embargo, el reto está en demostrar que este modelo de cercanía puede traducirse en resultados tangibles y no solo en buenas intenciones.

El Zócalo, convertido en un foro de gobierno ciudadano, es un escenario que invita al análisis crítico. Este ejercicio, que mezcla lo teatral con lo funcional, ofrece una narrativa poderosa: la justicia y la política al alcance del pueblo. Pero tras las luces del presidium y los discursos bien ensayados, queda la incógnita de si estas iniciativas pueden realmente transformar las estructuras de poder o si son solo un espejismo más en la plaza pública.